Me dejo llevar por la forma en que mi tía Lucero entra en mi vida desde la muerte, tuvimos una relación íntima y llena de matices. Ahora la siento más viva, más presente. Me abro a ese algo que adviene sin que lo advierta, sensible a un «eso piensa» a través mío, me dejo atravesar por sus «maneras de ser y estar» para explorar juntas esta nueva forma de convivir aquí y ahora.

Cuando su alma estaba a punto de abandonar su cuerpo, la tristeza me embargó, pero se acompañó por un agradecimiento profundo, y a través del Yagé, expresó todo lo que su ser ya no podía exteriorizar.

La luna, el viento, las luciérnagas, la lluvia, el llanto. Los árboles se abrazan y me abrazan. 

El fuego renace después de la lluvia … es ella, su ser libre está allí, me habla y me envuelve con su fuerza. En el árbol, en la luna y su lucero, allí está. Me despido una y mil veces de su materialidad, para abrazar su espíritu. Su voz se silencia. Su movimiento se aquieta. El espacio y el tiempo se transforman.

Esta carta audiovisual es un medio, una necesidad, un tránsito en esta difícil prueba que supone perder a alguien y aprender a reencontrarlo. Es un tejido de reflexiones, una conversación entre dos mujeres donde se entrelazan, la naturaleza, la poesía, lo femenino, lo efímero, la libertad, la sexualidad, la muerte y la vida.  ¿Qué necesita expresar a través mío? ¿Qué necesito escuchar, ver, descifrar a través de los sueños, las visiones y sensaciones? 

Los muertos convierten a quienes quedamos en fabricantes de relatos. Y este relato amplifica su existencia. Lucero sigue viva, sigue siendo mi luz y mi guía.

Y ustedes, ¿se han preguntado cómo conviven con sus muertos?